Jaime Vives «Para triunfar en la vida hay que tener don de gentes y trabajar muy duro»

Jaime Vives, uno de los impulsores del turismo gastronómico en Dénia, comenzó a trabajar en el bar Paco y llegó a regentar hasta cinco restaurantes.

A sus casi 80 años es considerado uno de los impulsores del turismo gastronómico en Dénia. Jaime Vives Masó, propietario de la Tasca Eulalia, tiene claro que para triunfar en la vida y en la hostelería hay que tener «don de gentes, trabajar muy duro y estar siempre al pie del cañón».
Este emprendedor nato sabía desde muy pequeño que quería trabajar en un oficio que le posibilitase estar en contacto constante y directo con la gente. Y lo consiguió.
Barbero de profesión, como su padre y su hermano, un día le dijo a su progenitor que le buscase un oficio para estar siempre cara al público porque no quería seguir ejerciendo de barbero ya que con ese trabajo «sabía lo que tenía que comer a la semana pero yo quería un negocio propio en el que un día sabes que puedes comer; otros, lo haría tres veces o ninguna, y ese reto me gustaba».
Comenzó a los 14 años en el mundo de la hostelería como barman en el desaparecido Bar Paco, situado en els Quatre Cantons, «el único bar donde entraban las chicas» y donde estuvo hasta los 22 años.
Tras un paréntesis para hacer el servicio militar, decidió emprender su carrera en la hostelería, pero esta vez con un negocio propio. Con 27 años compró el restaurante San Remo, en plena calle Marqués de Campo, «sin un duro y sin ningún tipo de ayuda de los bancos. Pague un traspaso de 500.000 pesetas, y aún no sé cómo lo hice, porque no tenía ni un duro».
Los inicios no fueron nada fáciles porque el dueño de este establecimiento le exigió 100.000 pesetas para entregarle las llaves. Tardó tres meses en recaudar el dinero pero, al final, lo logró gracias a que la «gente me fiaba, porque me comprometí a que nada más abriese las puertas del San Remo devolvería todo lo que me habían prestado». Y así fue.
Nada más poner en marcha su restaurante, el éxito le persiguió y estuvo un par de días sin poder cerrar debido a la cantidad de gente que acudía a degustar los platos combinados, bocadillos y todo tipo de comida típica de la zona. «Abríamos a las cinco de la madrugada y acabábamos a las tres de la madrugada y porque tiraba a la gente a la calle», recuerda.
Al lado de Jaime estaba su suegra, «que me ayudaba mucho», un par de mujeres más, y cuatro o cinco camareros que servían a los primeros turistas alemanes que en los años 60 comenzaban a llegar a Dénia. En esa época no existía ningún bar en Dénia como el de Jaime, un lugar de encuentro y cita obligada de jóvenes y mayores de la ciudad.
Posteriormente, y debido al éxito cosechado en el San Remo, «me quedé El Quijote, que ya estaba abierto, pague otro traspaso y compagine los dos establecimientos durante cinco años». El motivo para quedarse con El Quijote fue que estaba en una zona de sol, que era lo que buscaban los extranjeros.
La excesiva acumulación de trabajo le obligó a traspasar el restaurante San Remo y seguir al frente de El Quijote, que se convirtió en una referencia gastronómica dentro y fuera de la ciudad. De hecho a este hostelero aún se le conoce como Jaime ‘el del Quijote’.
Pero su aventura empresarial no acabó aquí, pues después decidió abrir la Tasca Eulalia, establecimiento que ya cuenta con casi 32 años de historia; a la que siguió la Tasca 2 y Casa Jaime, en la Punta Negra, todos con gran éxito.
En este bar de Les Rotes su mujer, Consuelo Pons, era la que se encargaba de cocinar las paellas que los turistas demandaban para llevar a sus casas. Pero con la llegada de tres de sus seis hijos, dos de ellos dedicados hoy a la hostelería, decidió echar el cierre a este negocio.
Tras toda una vida dedicada al público, este hostelero ya jubilado es consciente de que el secreto para que los negocios vayan bien es el trabajo bien hecho, el esfuerzo diario y, sobre todo, la simpatía y el don de gentes.
Aún hoy, y con cierta melancolía, recuerda sus inicios en el Bar Paco y El Quijote e incide en que se ha producido un gran cambio en la gente que acude a los restaurantes, «hoy es mucho más exigente que antaño». Aunque matiza que ello no es un problema porque los profesionales de la hostelería han ido adaptándose a los cambios siempre teniendo en cuenta que «hay que estar muy atento al cliente porque sin duda alguna, el cliente siempre tiene la razón».

Fuente: Las Provincias

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