Para conseguir que una serie tuviera éxito, decían los antiguos manuales de televisión, debía gustar a toda la familia. Incluir un abuelo quejica pero bonachón, un padre abnegado, una madre atractiva e inteligente -liberada, pero no tanto-, adolescentes con conflictos de medio pelo y un niño gracioso por expresar sus ideas como un viejo. Un personaje para cada uno. Y, si había que modernizarse, nada como incluir un gay. Luego llegó la HBO -y detrás todos a rebufo- para apostar por las buenas ficciones. Y la televisión volvió a ocupar un lugar prominente cuando muchos ya la daban por muerta, o la ubicaban como contenedor de las banalidades más groseras, que es lo mismo. Porque “una serie no tiene que gustarle a todo el mundo”, asegura Javier Olivares, uno de los creadores de “El ministerio del Tiempo”, tal vez la ficción española más arriesgada de los últimos años.
Libre de las ataduras que supuestamente exige el mainstream, la serie de TVE ha sabido aprovechar al máximo su potencial hasta generar un fenómeno fan desconocido en España. Y no sólo con unos argumentos donde se mezclan sin rubor datos históricos reales con anécdotas de la cultura pop. Lo que “El Ministerio del Tiempo” ha sabido leer como nadie hasta ahora ha sido la importancia de no quedarse recluido en una pantalla. Las emisiones de sus capítulos multiplican la audiencia gracias a los visionados a través de Internet, lo que corrobora que la forma de ver televisión ha cambiado hace tiempo. El espectador ya no admite con facilidad que le digan cuándo y dónde tiene que consumir aquello que le gusta.
Esta ramificación web no se limita a hacer posible que sus episodios puedan verse online, sino que los contenidos crecen y se diversifican dando lugar a programas informativos, podcast, una tienda con productos exclusivos diseñados por los propios fans (los “ministéricos”), videoencuentros con los protagonistas o una web serie. Muy pronto se convertirá, además, en la primera serie de televisión en el mundo que emite un episodio en realidad virtual. Su presencia en redes sociales es también notable, consiguiendo una gran repercusión gracias a sus seguidores (muchos de sus episodios se convierten en trending topic mundial en Twitter). Todo este revuelo ha llamado incluso la atención de una profesora de la universidad Carlos III de Madrid, Concepción Cascajosa, quien afirma que se trata de una serie que “ha trabajo su imagen de marca como ninguna otra”.
Todo este despliegue sería sin embargo baldío si no estuviera sustentado por lo más importante: una ficción de calidad con historias que enganchan al espectador y bien realizada. Un sello que, promete Javier Olivares, se mantendrá hasta el final de su segunda temporada con un último capítulo “muy arriesgado y atrevido”.
Texto: José L. Álvarez Cedena