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Palabras. Palabras en dos idiomas. Palabras como golpes, contundentes, sonoras. Jamás un pintor (escultor, dibujante) tuvo tantas palabras, palabras dibujadas que por sí solas ya son un mundo y que juntas forman la textura de una vida, la de Joan Ramón Castejón (Elx, 1945, pero también Dénia, desde 1974, cuarenta años, ya). Castejón. El tipo que partiendo de anatomías exactas plasmó la tremenda tensión del ser humano por existir, su costoso dolor por estar vivo; el tipo que abrazando un canon y una idea lógica las rodeó después de poesía para hacer que las ideas y la lógica quedaran desnudas y se murieran de miedo; el tipo que a partir de García Márquez y de Miguel Hernández y de Azorín y de Cervantes pintó libros y reinventó la literatura. El tipo que estuvo en la cárcel. Por rojo. Y que expuso en mil ciudades. Porque tenía mucho que contar.
Uno ha leído por ahí que a las criaturas de Castejón sólo las salva el amor (sí, la bestia abrazando a la bella) pero no está muy seguro. Ha visto también algunos paisajes del autor tan tenebrosos que no los salva ni dios. Pero como no es crítico, ni pintor, no seguirá por ese camino. Tampoco este artículo, que ni es un tratado de arte ni una biografía. Quien esto escribe es sólo periodista y por lo tanto sólo le interesan (y sólo sabe, y además poco) de palabras. Y ni siquiera se atreve a reinventarlas. En realidad, quien esto escribe sueña con que el periodismo fuera más fácil, que no hubiera que construirlo a base de frases subordinadas y otras complejidades sintácticas. Que para hablar de Castejón bastara con lanzar palabras sueltas, como las del primer párrafo. Palabras como cuadros.
Palabras como estudio, óleos, crepúsculos, figuras, piernas, pinceles y luces cercadas. Y lugares: Valencia, Teruel, Canarias, Elx, Xàbia, Dénia, Bilbao, Riad, París, Burdeos, Pamplona, Tolouse, Zurich, Santiago de Chile… Y nombres propios, Rafael Alberti, Caballero Bonald, Bernat Capó, Manuel Vicent, Salvador Soria, Vicent Andrés Estellés, Ovidi Monllor, Camilo José Cela, Isabel Bilbao, Francisco Brines, Enrique Cerdán Tato, Enric Valor, Tomàs Llopis, Vicent Balaguer, el Che Guevara, Mario Vargas Llosa, Enric Martínez…Y seres que existen en mundos inciertos, bellas, bestias, quijotes… Y seres de carne y hueso, anónimos, de miradas y futuros incontables, como los chavales que con ojos luminosos vieron a Castejón iniciar un cuadro en la exposición de La Nucía, del año pasado. Una exposición que se llamaba “cercant la llum”.
Pero, claro, no puede ser. Eso no es el periodismo. Habrá que contar algo. Habrá que decir a qué viene tanta palabra. Habrá que redactar una noticia. Habrá que justificar los cuatro párrafos anteriores, tan inconexos. Venga, vamos. Espabilemos.
Todas esas palabras están navegando en la red. A veces se juntan y forman una frase inteligible, a veces van sueltas, golpeando por los márgenes del ordenador, ocultando su sentido. Todas esas palabras forman parte de una nueva web, “Joan Castejón, 50 años de investigación plástica”, que recoge toda la trayectoria del artista, la del hombre y la de la obra, desde que allá por 1963 se trasladara a Valencia y asistiera como alumno libre a la escuela de Bellas Artes de San Carlos. La web, que acaba de ver la luz, no es anárquica . Si el lector se ha podido llevarse esa impresión es por culpa del autor de esa noticia y sus vanas ínfulas de inventar un nuevo tipo de periodismo. La web, por el contrario, está muy bien estructurada y se agrupa en once capítulos: autor, obra, textos, catálogos, exposiciones, curriculum, noticias, estudio, contacto, colecciones, biblioteca pdf.
Todo Castejón está ahí. Y todas las argumentaciones (y por supuesto las palabras) expuestas en este artículo nacen de ahí. Por ejemplo, la de las ideas desnudadas por la poesía, que es de Román de la Calle; o el vínculo entre literatura y pintura, que es de Vargas Llosa. Y hay un magnífico artículo del recientemente desaparecido Cerdán Tato titulado “Condenado a tres años de dibujos forzados”, que narra el inicio de la trayectoria de Castejón entre prisiones y cuyo comienzo es, también, una obra de arte: “En el principio, quiso expresar el universo en las vísceras del hombre desveladas por la violencia…” Qué envidia.
Vídeo en el que se muestra la técnica de Joan Castejón
La web aporta también decenas, centenares de fotos. Revisarlas dan cierto pudor, porque casi invaden la intimidad del artista. Por ejemplo, una semblanza de Castejón y Paca en un estudio de la Barcelona de 1973, el autor aún sin gafas, los dos con el cigarrillo en la mano, moda setentera con camisas de picos pronunciados; u otra foto también de la juventud del pintor, con bigote pero sin barba y unas ilustraciones del Che Guevara en la parte inferior; o una todavía mucho más inicática, un Castejón entre niño y adolescente que está en la escuela: detrás de él se aprecia un mapa de la antigua Europa y a la derecha el nombre de Unión de República Socialistas Soviéticas, cuánto hemos cambiado; o ya un Castejón más maduro en su estudio, rodeado del mítico desorden que tienen todos los lugares de creación, útiles de pintar amontonados por todas partes.
O el Castejón ya más contemporáneo, gafas y barba bien ordenada, hablando con algún amigo o escritor famoso o en recepciones oficiales, presentado sus obras para ganarse el pan y la sal; o, por ejemplo, en la inauguración del monumento de homenaje al Montgó, que es la que más nos gusta a nosotros, que somos de pueblo, pero que aprendimos gracias a Castejón que se puede viajar del Montgó a Macondo y a cualquier otra parte del mundo o del cerebro o de las vísceras o del alma del ser humano.